¿Cuántas veces habéis pensado: "cómo me gustaría irme lejos, muy lejos, donde nadie me conozca, ni nadie absolutamente nadie a parte de mí mism@ me diga lo que es mejor o peor para mí?" Apuesto a que en numerosas ocasiones habéis querido huir de vuestra realidad cotidiana y salir a descubrir el mundo, cuanto más lejos fuera el destino, más excitante sería la aventura... ¿verdad?
Quizás al final de esta breve perspectiva personal cambiéis de opinión -o no- cuando exponga la diferencia entre "salir a buscar una aventura puntual, con toda la emoción y ganas iniciales que implica" y "salir a buscar mejores oportunidades de las que me puede ofrecer mi país hoy por hoy". Pues bien, yo como otr@s much@s jóvenes licenciad@s, salí de España impulsada por una mezcla de esas dos metas: buscando una aventura, en principio indefinida, y al mismo tiempo luchando por encontrar oportunidades profesionales interesantes que me aportasen valores diferenciales ante un futuro más bien incierto...
REINVENTARSE es la palabra que mejor definiría estos 3 años que llevo lejos, muy lejos... Bien es cierto que esta experiencia tiene dos caras: una con su parte bonita, por la cual me siento muy agradecida; y su cara más amarga - esa que no sueles describir a los demás.
El precio a pagar por ser inmigrante es muy grande, ya no sólo por la obviedad de tener que luchar mucho más duro de lo que lo hace un autóctono por una misma posición tanto a nivel profesional como social; sino también por el vacío que deja nuestro pedazo de corazón, el cual mientras permanece en nuestros hogares, junto a nuestras familias y nuestros amigos...
La excitante aventura de lidiar con una cultura diferente, comunicarse en un idioma diferente, adaptarse a un clima diferente (y muy hostil -por cierto- durante 8 meses al año); toparse con otras formas de hacer, de trabajar y relacionarse, también muy dispares a las que hemos conocido y donde nos movemos con sobrada soltura...; hacen que, por momentos y después de todo este tiempo, esa aventura inicial se convierta en un lastre, el cual en sus días caprichosos se hace notar abiertamente. Y mientras seguimos aquí.
El sacrificio de dejar atrás lo querido, poquito a poco se va haciendo más grande... La aventura pasajera se convierte en un día menos de añoranza para regresar a por nuestro pedazo de corazón anhelado.
Lejos, muy lejos... aunque esperanzada, cada vez más cerca...
Far, far away...and yet, hopefully, even closer...