lunes, 28 de junio de 2010

Eterna verdad

Precioso y profundo poema sobre el poder de la soledad, de Luis Cernuda:
Cómo llenarte, soledad, 
sino contigo misma... 

[...]

   Buscaba en ti, encendida guirnalda, 
mis auroras futuras y furtivos nocturnos, 
y en ti los vislumbraba, naturales y exactos, 
también libres y fieles,
 a semejanza mía, a semejanza tuya, eterna soledad.
Me perdí luego por la tierra injusta
como quien busca amigos o ignorados amantes;
diverso con el mundo,
       fui luz serena y anhelo desbocado,
    y en la lluvia sombría o en el sol evidente, 
    quería una verdad que a ti te traicionase.
  [...]
Por ti me encuentro ahora, el eco de la antigua persona 
que yo fui,
por ti me encuentro ahora, constelados hallazgos, 
limpios de otro deseo,
el sol, la noche rumorosa,
la lluvia, intimidad de siempre,
el bosque y su alentar pagano,
el mar, el mar como su nombre hermoso.
[...] 
 Tú, verdad solitaria, 
transparente pasión,
mi soledad de siempre, 
eres inmenso abrazo; 
el sol, el mar, 
la oscuridad, la estepa, 
el hombre y su deseo, 
la airada muchedumbre, 
¿qué son sino tú misma? 

Por ti, mi soledad, los busqué un día; 
en ti, mi soledad, los amo ahora.



martes, 22 de junio de 2010

"Estado de flujo"

Trajineando entre las numerosas entrevistas realizadas por Eduardo Punset a varias personalidades, hallo una tremendamente evocadora: Mihaly Csikszentmihalyi, uno de los gurús del pensamiento divergente y el poder de la creatividad aplicado en cualquier ámbito de la vida, en tanto de método "modelo" mental para vivir de una manera más positiva.
Por lo visto la felicidad es un "estado de flujo", lo cual interpreto como una especie de filosofía personal, de estilo de vida, intrínseca a la condición del ser humano y cuyo desarrollo exige una gran capacidad de entendimiento de uno mismo. A partir de ahí todo fluye... si nos adentramos en nuestro interior y somos capaces de vislumbrar nuestras aptitudes innatas, nuestros deseos, y múltiples reacciones de cara al mundo que nos rodea, sabremos qué queremos conseguir, cómo hacerlo, y sobre todo, disfrutar del recorrido. 

sábado, 19 de junio de 2010

Decir adiós

Siempre me he preguntado por qué nos cuesta tanto decir adiós, y nos resulta tan fácil decir hola.
Decimos hola al nuevo día, a lo que está aún por descubrir, a lo que nos atrae a primera vista; decimos adiós a todo aquello que es un fin, un acabar, una inconsciente atadura. Y sin embargo, entre la multitud de holas que pronunciamos, hay adioses dichos en un momento, que marcan de por vida.
No nos engañemos... nada acaba ni nada empieza, todo forma parte de una misma historia, con sus episodios. La vida es un camino, es un voy, un vuelvo, es un hago y un deshago, y por tanto, un perpetuo hasta luego.

lunes, 7 de junio de 2010

Primer espejismo


Al igual que muchas otras noches, me despertaba sobresaltada por una extraña pesadilla, pero tú estabas ahí, presente en tu lado de la cama. Como siempre, me apretabas fuerte la mano, para que sintiera que todo estaba bien, que nada malo estaba ocurriendo fuera de mi mente. Al instante volvía a conciliar el sueño. Por la mañana, me despertaba el suave rumor de las sábanas rozando tu piel, mientras te retorcías pesadamente para apagar el máldito despertador, empeñado en devolvernos a la inevitable e irrefrenable existencia. Te dabas la vuelta y me mirabas, expresándome los buenos días con tu mejor sonrisa. Yo te devolvía el gesto, mientras se me ocurrían mil artimañas para entretenerte y alargar así esos minutos de gloria antes de obedecer al deber rutinario. No encuentro unos minutos mejor aprovechados que aquellos que te ofrece un despertador adelantado. 
Me acaricias el pelo y besas mi frente, con esa espontaneidad que te caracteriza. Me dejo llevar, diciéndome a mí misma que no existe un despertar más placentero que aquel...
Me despierto y la desilusión nubla mi primer pensamiento: todo era un sueño. 
Tú no estás, no eres él y yo no soy ella. 

Esa realidad tan anhelada no era más que un espejismo.

sábado, 5 de junio de 2010

Sólos tú y yo

Llevaba tiempo pensando en escribirte, en contarte mi día a día, mis pensamientos, mis ilusiones, mis infortunios, mis más y mis menos. Sin embargo, sin saber cómo ni porqué, una fuerza me mantenía alejada de ti, había algo dentro de mí que me impedía dar el paso. Supongo que sería el miedo a enfrentarme conmigo misma, con aquello que mi consciente trata de aliviar tras el simple paso de los días...
Y por fin me encuentro frente a ti, acompañada del suave murmullo de esta noche cálida de junio, del resplandor de la luna llena y como no, de mi flexo, siempre fiel a mis noches de insomnio. Me asomo a la ventana: ni una sola luz en el vecindario, tal y como lo imaginaba... todo está oscuro, y me encanta. Adoro la noche y su poder tranquilizador, anestésico, una pausa ante la realidad ferviente y abrumadora que nos rodea.

Solos tú y yo, en la ciudad dormida.